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… cuenta cuestiones como el medio ambiente, la situación de mujeres e infancia, la alimentación y las pautas de consumo en un mundo cada vez más conectado.

Pero también que los indicadores de salud pueden deteriorarse rápidamente cuando el contexto que rodea a las personas se degrada.  Por citar un dato,  la mortalidad infantil y materna en el mundo se ha reducido a la mitad en década y media.  La esperanza de vida, además, sigue incrementándose de forma global y alcanzó los 75,3 años en mujeres mientras que para los hombres es de 69,8 años.

Países como Etiopía, Níger, Islas Maldivas, Nepal o Perú han experimentado un gran avance en su esperanza de vida, como apuntan desde la red Global Burden Disease (en su análisis de 2016). Todo ello demuestra que “si se actúa, la salud mejora. Podemos aprender mucho de lo que se está haciendo en países con graves dificultades”.

Frente a estas tendencias positivas, aparecen datos alarmantes: la desnutrición y el hambre están repuntando en los últimos tres años. Según la FAO, el 11% de la población sufre desnutrición, un total de 815 millones de personas, de las que 520 millones viven en Asia y 243 en África. Además, el 93% de la carga de enfermedad del planeta se da en países empobrecidos, mientras que solo consumen el 11% del gasto mundial en salud.

Si bien la lucha contra la malaria ha contribuido a salvar más de 1,1 millones de vidas, aún supone el fallecimiento de 1.500 niñas y niños al día que no pueden acceder al tratamiento.  Por otra parte, el 68% de la mortalidad en el mundo ya está generada por enfermedades no transmisibles como diabetes, cáncer, cardiovasculares o respiratorias crónicas. El 13% de la población sufre obesidad. ¿Qué está pasando?

La subalimentación y la obesidad coexisten en muchos países: se está reduciendo una agricultura local que permitía un acceso a una mayor variedad de nutrientes a un precio asequible, acaparando las tierras una agricultura industrial destinada a los mercados globales (desde soja y palma, a mangos y aguacates que terminan en nuestros platos).

La alimentación tradicional se sustituye cada vez más por “comida rápida” de peor calidad, muchas veces importada, mientras que verduras y frutas se convierten en artículos de lujo. Además, se compromete el acceso a alimentos en caso de sequía, ya que la poca agua disponible se concentra en las grandes explotaciones, y en caso de conflicto al paralizarse el comercio.

La sobreexplotación de la tierra genera problemas medioambientales y hace que se deterioren también los alimentos que terminamos consumiendo en lugares tan alejados como Europa. Todo ello repercute negativamente en la salud y la calidad de vida.

La esperanza se nutre de datos
Más allá de las emergencias es importante conocer las causas de fondo, ya que “solo así se pueden buscar soluciones y evitar que relacionemos la mala salud o la desnutrición únicamente con la fatalidad, que es como tendemos a ver los desastres naturales o las guerras”, como apuntan desde la ONGD Madre Coraje.

A lo que añaden, “nuestras pautas de consumo, el apoyo a productores locales y a una agricultura kilómetro cero, el trabajar por un acceso adecuado a los servicios sanitarios para todas y todos, el I+D y la cooperación de interés público, la lucha contra la erradicación del sida, la malaria, la tuberculosis o las enfermedades tropicales poco atendidas… contribuyen a mejorar la salud global”.

En este sentido, desde Madre Coraje consideran que “las y los profesionales de los medios de comunicación sois fundamentales porque podéis ofrecer información contrastada, rigurosa, mostrando tanto las causas como las soluciones en las que se está trabajando. Vuestra labor es una pieza clave para entender mejor el mundo”.

Frente a la inmediatez de un tuit, hoy más que nunca es necesario seguir avanzando en un “periodismo de soluciones” que muestre tanto los problemas sociales como las respuestas que las personas, organizaciones, colectivos y administraciones ofrecen. “No hay nada más movilizador que la esperanza, y la esperanza se nutre de datos y de acciones”.

Uso de los servicios de salud frente a rumorología
Una información adecuada sobre el derecho a la salud, supone también un reto a nivel local. Un ejemplo, las personas inmigrantes consultan un 7% menos al médico de cabecera y su gasto farmacéutico por paciente supone 73,7 euros frente a los 374 por paciente nacional.

Estos datos, recogidos por la plataforma Stop Rumores, coinciden con los análisis realizados por la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria que apuntan que alrededor del 12,7% de la población migrante acude una vez al año a los servicios de atención primaria, frente al 57,75% de la población autóctona. Sin embargo, circulan innumerables rumores sobre un supuesto colapso de los servicios sanitarios debido a su masiva afluencia.

Por eso desde la ONGD Madre Coraje, a través de la exposición Espejos del Mundo con mirada global, plantean los retos que supone la información sobre cuestiones sensibles como la salud, medio ambiente, emergencias y catástrofes, movimientos migratorios, género, educación, entre otras, desde una perspectiva que rompa estereotipos, evite la generación de rumores y contemple la mirada al Sur.

Además, la exposición supone un reconocimiento a la imprescindible labor que realizan las y los profesionales de los medios de comunicación, y su responsabilidad con la sociedad.