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… centro en las personas y la vida. ¿Es esto posible?

Felicidad, sostenibilidad y medio ambiente
Este modelo existe y recibe el nombre de Buen Vivir. Se trata de una filosofía de las culturas indígenas de América Latina y Centroamérica que busca el bien común para las personas basándose “en la solidaridad y la igualdad a través del esfuerzo colectivo y el cuidado de la naturaleza, a la que se respeta como igual”.

Según Eduardo Gudynas, uno de los principales impulsores del Buen Vivir en América Latina,  este “se centra en modos de vida sostenibles, es decir, que buscan la conservación de recursos y no el consumo ilimitado”.

La posesión de bienes materiales quedaría en un segundo plano, porque “se trata de no llevar al ámbito económico las relaciones sociales, ni de reducirlo todo a bienes o servicios que se compran y venden”.  Además, reconoce “derechos a la naturaleza y aprecia valores también en aspectos de la vida que no son el ser humano”, fomenta el diálogo, la democracia y las interacciones entre culturas distintas y la igualdad de género.

En esta línea, en Ecuador y Bolivia los movimientos indígenas han influido de forma notable en la construcción de alternativas al desarrollo basadas en la convivencia, el respeto a la naturaleza y la solidaridad.

Así, la medida del nivel desarrollo de una sociedad tendría en cuenta otros aspectos, tal y cómo reconoce el Happy Planet Index, que elabora la New Economics Foundation, basándose en la percepción subjetiva de la felicidad, la esperanza de vida, la equidad social y la huella ecológica. Teniendo en cuenta este índice países como Indonesia o Vietnam estarían entre los primeros puestos de esta lista.

Decrecer para ser
Por poner solo algunos ejemplos, la agricultura y ganadería extensiva e industrial contribuyen al incremento de los gases de efecto invernadero por el uso de abonos nitrogenados y por las emisiones de metano de la fermentación intestinal del ganado.

Como apuntan desde Greenpeace, incluso países que se han comprometido a reducir sus emisiones basan gran parte de su producción de energía en los combustibles fósiles. “España, junto con otros cinco países de la Unión Europea, acumulan alrededor del 70% de todos los gases de efecto invernadero del continente”.

A eso se suma que cada año los mares y océanos son receptores de hasta 12 millones de toneladas de basura, fundamentalmente plásticos, fruto de la cultura de usar y tirar.

De ahí que frente a problemas acuciantes como la contaminación, deforestación y el cambio climático sea necesario avanzar “en el consumo responsable, el comercio justo y la producción ecológica”, desde una perspectiva de “decrecimiento y soberanía alimentaria” cuyo centro sean las personas y la naturaleza.

De esta forma decrecimiento no significa redistribución de la pobreza, sino unas sociedades “más ricas desde el punto de vista personal y colectivo, capaces de compartir recursos y conocimientos, orientadas al cuidado mutuo y a vivir de forma más armoniosa con el entorno”.

Por eso desde la ONGD Madre Coraje, a través de la exposición Espejos del Mundo con mirada global, plantean los retos que supone la información sobre cuestiones sensibles como la salud, medio ambiente, emergencias y catástrofes, movimientos migratorios, género, educación, entre otras, desde una perspectiva que rompa estereotipos, evite la generación de rumores y contemple la mirada al Sur.

Además, la exposición supone un reconocimiento a la imprescindible labor que realizan las y los profesionales de los medios de comunicación, y su responsabilidad con la sociedad.