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… en producción y destrucción de negocios locales, entre otros.

Por citar un ejemplo, en Colombia más de 600.000 personas se vieron afectadas por catástrofes naturales en 2017, según un informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas. De ellas casi un 80% lo fueron por inundaciones, a las que se suman los vendavales, avalanchas torrenciales y deslizamiento de tierras. Una de sus mayores consecuencias ha sido el retroceso de la seguridad alimentaria en amplias zonas del país debido a la pérdida de hectáreas de cultivos.

Evitar la gentrificación de las áreas urbanas y la especulación sobre el suelo contribuye a reducir las consecuencias de las catástrofes naturales. Un adecuado acceso a la vivienda en barrios dotados de servicios y saneamiento, donde vecinas y vecinos se conocen, hay sentido de comunidad y donde las mujeres participan en la vida societaria facilita, además, una mejor gestión de las emergencias y una recuperación más rápida tras un desastre.

Las personas empobrecidas tienen más posibilidades de sufrir una catástrofe natural y tardan más en recuperarse. Además según datos de Robert Glasser, experto de la ONU, mientras las mayores pérdidas económicas se registran en los países más ricos, son los países empobrecidos quienes se enfrentan a las mayores pérdidas de vidas humanas.

¿Por qué son más vulnerables?
En muchas regiones las áreas donde pueden asentarse las personas con menos recursos suelen ser aquellas descartadas por el resto. De esta forma una parte de la población tiene que vivir en zonas peligrosas como riberas de los ríos, ramblas, tierras degradadas o colinas sobreexplotadas, con una elevada concentración humana y con construcciones de baja calidad, sin adecuado acceso a agua, ni a saneamiento.

Cuanto mayores son las desigualdades sociales más abundan estas áreas de hacinamiento y se degradan las condiciones de vida. A esto se une que los países empobrecidos cuentan con menos recursos para adoptar sistemas de seguridad y prevención y tienen muchas más dificultades para recuperarse tras un desastre. Por poner un ejemplo, en algunos países un solo evento natural puede ocasionar pérdidas equivalentes al 100% de su producto interior bruto.

Por lo tanto, una forma de reducir las terribles consecuencias de las catástrofes naturales parte de luchar contra la pobreza: una redistribución más igualitaria, controlar la especulación del suelo y evitar la gentrificación en las ciudades.

¿Mujeres y niñas primero?
En el devastador tsunami ocurrido en el sur de Asia en 2004, murieron más mujeres que hombres. En un desastre natural mujeres y niñas tienen 14 veces más posibilidades de fallecer que los hombres. Frente a una catástrofe la vulnerabilidad de las mujeres suele ser mayor por disponer de menores recursos y más cargas familiares.

Suelen ser las últimas en abandonar una zona de riesgo ya que tienen en mayor medida a su cargo niñas y niños o personas mayores dependientes lo que limita su capacidad de movimiento en caso de emergencia. Además, corren más peligro de sufrir violencia y abusos cuando las condiciones se degradan.

De ahí que las políticas de prevención y emergencia en cuyo diseño participan las mujeres de un territorio están demostrando ser más efectivas y reducen el riesgo de un mayor empobrecimiento ahora y en la siguiente generación.

Romper el círculo vicioso
Frente a esta situación, la solución es una gestión integral del riesgo. Esta no supone acelerar el desarrollismo en estos países lo que llevaría a un incremento de las emisiones y deterioro del clima, dificultad de acceso a tierras por parte de la población y a más desigualdades, creando un círculo vicioso. Se trata de un mejor desarrollo que fomente el “Buen Vivir”, tanto en los países del Sur como en los del Norte, respetuoso con las personas, las comunidades y la naturaleza.

En Perú tras el terremoto del 2007 y con el apoyo de PNUD, la recuperación impulsó una mayor participación de las organizaciones de mujeres en los planes locales de reducción riesgo, lo que se ha traducido en un proyecto de agricultura ecológica y de reforestación para evitar deslizamientos de tierra.

De ahí que sea fundamental una información sobre las catástrofes que ponga en contexto las circunstancias de las personas que las sufren, la influencia de las desigualdades y la pobreza, además de muchos intereses creados que amplifican las mismas. Así como las soluciones que desde las colectividades se están tomando.

Por eso desde la ONGD Madre Coraje, a través de la exposición Espejos del mundo con mirada global, plantean los retos que supone la información sobre cuestiones sensibles como la salud, medio ambiente, emergencias y catástrofes, movimientos migratorios, género, educación, entre otras, desde una perspectiva que rompa estereotipos, evite la generación de rumores y contemple la mirada al Sur. Además, la exposición supone un reconocimiento a la imprescindible labor que realizan las y los profesionales de los medios de comunicación, y su responsabilidad con la sociedad.